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LA GUERRA SOCIAL 

  

  

 

Una realidad utilizada en beneficio de los objetivos del “establishment” y del SISTEMA DE DOMINACIÓN.

 

 

Por Santiago Roque Alonso

 

La teoría de la "Guerra Social" fue enunciada y viene siendo desarrollada por los Centros Cívicos Patrióticos, desde mediados de 1997. Algunos, desde los sectores del SISTEMA DE DOMINACIÓN y del “establishment”, como es el caso de algunos periodistas de Radio 10 o el mismo señor Hadad - para meter miedo y justificar la necesidad del "ordenancismo" (el orden por el orden mismo, independiente de la idea de justicia) - la consideran una nueva concepción operacional de la izquierda. Inclusive ésta adoptó la denominación de “guerra social” y ya comenzó a hablar de la misma desde hace un año y medio, con un criterio ideológico y operacional oportunista, coincidiendo –extrañamente- con el enfoque que al respecto promueven el SISTEMA y los operadores del “establishment”.

  
Reiteradamente fundamentamos que una de las manifestaciones más patéticas de la "guerra social" se manifiesta a través del mentado fenómeno de la "inseguridad", que engañosamente se lo pretende reducir a un mero problema de aumento de la criminalidad y, consecuentemente, se lo atribuye a un problema de ineficiencia y/o corrupción policial o al abuso de las doctrinas "garantistas" por parte de los jueces. Estos planteos son absolutamente falsos.

 
La "guerra social" y, por lo tanto, una de sus exteriorizaciones: la "inseguridad", constituye una de las consecuencias psico-sociales de la aplicación del "modelo de ajuste estructural" impuesto de hecho por el FMI, el BM, los "banqueros internacionales" y sus socios locales del "establishment nativo económico-financiero".

 
Es obvio que al hablar de “guerra social”, se está haciendo referencia al empleo de la violencia por parte de ciertos grupos sociales. A diferencia de la “guerra subversiva” de los años setenta, la “guerra social” no es el producto de un sistema de planificación de tipo político-militar, no tiene en su instancia inicial relación con una determinada teoría ideológica-revolucionaria, ni se advierte -hasta el momento- la existencia de un elemento de conducción montada a caballo de un servicio de inteligencia extranjero, aunque todos ellos intervienen parcialmente y en grado variable.

 
Es que la “guerra social” es una combinación de ciertas condiciones sociales, culturales, institucionales y delicuenciales, entre los cuales se puede determinar, entre otras, las siguientes: 

 
  El creciente y pronunciado empobrecimiento de sectores de la clase media baja y media-media, particularmente reacios a aceptar su nueva condición social, lo cual alimenta su creciente resentimiento. 

 
El pasaje de la "pobreza" a la marginación, exclusión o indigencia social de importantes sectores sociales. 

 
El desempleo estructural y la discontinuidad del trabajo para los subocupados. 

 
El ocio improductivo de amplios sectores de la juventud, alimentada por una considerable deserción escolar. 

 
La pérdida de la autoestima por parte de los desempleados y subocupados, así como la ruptura de la unidad familiar como consecuencia de esta situación. 

 
La acelerada pérdida de los valores morales, de la fe y del cumplimiento de normas y preceptos religiosos. 

 
La pérdida de la esperanza de un futuro mejor, debido a la prolongación de la crisis. 

 
La perniciosa influencia de los medios de comunicación social, los que alientan deseos, aspiraciones y ambiciones acumulativas y de remotísima satisfacción en sectores que nunca tendrán acceso a los mismos. 

 
La extensión de la “corrupción” como un estilo de vida a todos los sectores sociales.

 
Dentro de la práctica de la “corrupción”, debe incluirse a las policías y, en menor grado a las Fuerzas de Seguridad, como consecuencia de ciertas necesidades o arreglos con las dirigencias políticas (corrupción institucional)

 
  La amplia extensión y apología del consumo de drogas prohibidas y la consecuente organización territorial para su distribución, combinada con la mencionada “corrupción” de algunos sectores policiales, de las Fuerzas de Seguridad y judiciales. Ello implica, de hecho, la aparición de estructuras de poder locales paralelas, ajenas a la ley y a las costumbres sociales. Por otro lado, el consumo de drogas constituye un factor determinante en la destrucción de la personalidad, de la cada vez mayor cantidad de adictos.

 
Como consecuencia de lo anterior, desprestigio y pérdida del respeto social de las fuerzas policiales y de seguridad, lo que implica pérdida del sentido y de la necesidad de la autoridad, respecto a la población, favorecidas por intensas campañas relacionadas con los derechos humanos (“la maldita policía” y contra el “gatillo fácil”).

 
La aplicación de leyes y procedimientos penales mucho más benignos que en épocas anteriores (aplicación de la doctrina “garantista” y la zaffaronización de la justicia”).

 
La percepción de que la satisfacción de las necesidades básicas y de los deseos sólo podrían solucionarse mediante la apropiación violenta de los bienes ajenos. 

 
El considerable incremento de la crueldad y de las apuestas riesgosas en los hechos delictivos, además de la influencia de la droga, basado en la creencia de que no se tiene nada que perder y que, en consecuencia, la vida del otro o del prójimo vale tanto como la propia: nada .

 
El surgimiento de la “solidaridad social con los delincuentes” de amplios sectores de la población marginada, cuya confirmación más evidente se expresa culturalmente en las letras de la llamada “cumbia villera” (“aguanten los pibes chorros”).

 
El hacinamiento y promiscuidad de millones de personas en espacios geográficos reducidos, lo que genera una densidad demográfica que dificulta grandemente el control de la población –prácticamente imposible- por parte de las fuerzas policiales. Esta situación es particularmente relevante en la franja adyacente al curso del Río Paraná-Río de la Plata, que - en un ancho que alcanza hasta 50 kilómetros de la costa- se extiende desde ROSARIO a LA PLATA y, además, en el Gran CORDOBA y en el Gran MENDOZA.

 

 
En síntesis, puede decirse que la tipología de los actores violentos de la “guerra social” corresponde a la figura del “bandolero”, o sea, los individuos organizados en “bandas” de delincuentes comunes y no, como se pretende, a la de “guerrillero” o “terroristas” politizados o ideologizados. Esto no implica que estos “bandoleros” utilicen procedimientos y metodologías tipo comando, así como armamento de guerra, el que será más pesado en la medida que se demore en erradicar de raíz las causas que lo promovieron. 

 
En otras palabras, puede afirmarse que la “guerra social”, de alguna manera implica la “colombianización o bandolerización del conflicto social”, que luego podrá adoptar un matiz o una identidad ideológica política, pero que ahora todavía no la tiene. Se trata de un fenómeno social, complejo, poco conocido y totalmente ajeno a la Historia Argentina, que no puede ser reducido a un simple tema de “inseguridad” o de “ineficiencia policial”; a la “permisividad de la justicia” o a la “blandura de las leyes”.
 

  

La agitación de la “memoria”, de los “reflejos condicionados” y de los “miedos”
 

Los operadores del “establishment” - mediante sus comunicadores, periodistas, medios de comunicación, el contenido de la información y de la desinformación difundida, etc.- utilizan, además, el recurso de relacionar los hechos “piqueteros” y de la “inseguridad” con el pasado subversivo. 

 
De esta manera, agitan la memoria sobre la guerra contra el terrorismo marxista-leninista (1970-1980). El efecto buscado sería condicionar subconscientemente la capacidad de análisis de la población, para dirigir su respuesta - frente a los hechos- en un sentido y con un objetivo determinado, explotando el más básico de los instrumentos de la guerra psicopolítica: el reflejo de Pavlov.

 
El otro elemento que manejan muy bien y dosifican a su gusto, es el de los “miedos individuales, grupales y colectivos”, como ocurrió con el caso de la hiperinflación, que ha sido usado exitosamente para justificar la convertibilidad y mantenerla a toda costa. En tal sentido y en la actualidad, su principal instrumento es el desempleo y, consecuentemente, el temor a perderlo. 

 
La agitación de esos miedos, constituye el mejor controlador social después de la guerra. Los medios de comunicación son los administradores de las dosis diarias de estos “miedos”, varias veces por día. 

 
Es así como al informar y luego comentar la información, proporcionan el cómputo de policías muertos por la delincuencia (generan sensación de impotencia); por el otro, realizan continuas apelaciones a la situación de “inseguridad” y a las vivencias de la gente que fue asaltada o tomada como rehén (generan el clima de temor e inhibitorio de las conductas y actitudes normales). 

 
De esta forma, los medios de comunicación y sus periodistas, salvo algún caso aislado y excepcional, se abstienen de señalar cuál es la verdadera causa u origen del problema de la “inseguridad”. Así es como desvían la atención de la población, “respecto al plan de devastación de los países subdesarrollados - ejecutado a través de la destrucción de sus economías y estructuras sociales- y su apoderamiento por parte del poder del dinero y de la usura”, que es la causa directa del clima insoportable de inseguridad.

 
 
Las organizaciones subversivas, las pruebas y los organismos de inteligencia
 

No se niega la posibilidad de que existan o puedan existir organizaciones subversivas, las que a su vez pueden infiltrarse dentro de las protestas genuinas de una población, que ha sido arrasada en su más elemental condición y dignidad humana, por un SISTEMA político, cultural y económico de DOMINACIÓN, que nos ha sido impuesto en los últimos 12 años. 

 
Lo cierto es que, en el caso de lo ocurrido en Tartagal durante el año anterior, hubo más de veinte gendarmes heridos, pero hasta ahora no aparece la organización subversiva que los atacó. Tampoco hay noticias respecto a la organización de superficie en la que se apoya el supuesto grupo subversivo.

 
El punto reside, entonces, en determinar quién hirió de bala a los 22 o 24 gendarmes y qué buscó con esa acción. 

 
La falta de pruebas sobre la existencia concreta de un grupo de “francotiradores” que atacó a la Gendarmería, no indica que no haya existido. Pero, por ahora, nada lo indica, aunque mañana nos fabriquen un atentado, “robo” o “asalto” por encargo. Por esa razón y transitoriamente, una de las hipótesis que puede plantearse, es que el hecho de Tartagal podría tratarse de un montaje planeado y ejecutado por algún servicio de inteligencia nacional o extranjero, o una trampa en que cayó la Gendarmería, dado que no hay elementos de juicio para sostener que la Gendarmería haya participado conscientemente en dicho montaje. 

 
Las supuestas pruebas que agitaron los medios de comunicaciones se sustentarían en apreciaciones e informes de inteligencia de organismos argentinos, pero éstos, realmente, carecen de confiabilidad. Los sistemas de inteligencia - civiles y militares- han sido desmantelados alegremente en nombre de la defensa de los derechos humanos, de las libertades y garantías individuales y de la vigencia del estado de derecho. El “establishment”, juntamente con los “políticos”, fueron los fogoneros y autores intelectuales y materiales de esta brillante hazaña anti-autoritaria. 

 
Por lo tanto, la Argentina tiene poca o ninguna capacidad de inteligencia confiable y sistematizada. Todo lo que es producido, en este tema, lo es por medios de “inteligencia privada”, que es lo mismo que decir consultoras, agencias de seguridad y de inteligencia privadas extranjeras o bien, directamente, por los servicios extranjeros. De la seriedad del periodismo, ni hablar. 

 
Por otro lado, cómo puede ser que a esta altura del partido haya gente grande que no sepa que, para hablar de “subversión y terrorismo”, primero hay que consultar a WALL STREET. Ahí saben bien cómo se fabrican y se negocia con las guerrillas o cómo se hace para apoyar, imponer y sostener a Fidel Castro - durante cuarenta años- a sólo 90 millas de MIAMI. 

 
Para quien no crea esta hipótesis, le rogamos que nos explique para qué y por qué el Presidente de la Bolsa de Wall Street - Richard Grasso- visitó el puesto de comando de las FARC, en plena selva colombiana (26 de junio de 1999). En los años setenta, a los argentinos nos fabricaron una guerra civil que nos destruyó; sin embargo, al mismo tiempo que nos hacían romper el bloqueo - que ellos mismos habían decretado contra la URSS- debíamos venderles cereales a los odiados enemigos soviéticos. Mientras tanto, en el país combatíamos a sus camaradas comunistas.

  
 
La ocultación de la realidad y la construcción de las trampas dialécticas
 

Por estas razones, todo este proceso de “fabricación de un enemigo público” es muy sospechoso. 

 
Nadie puede reaccionar ante lo que no conoce o no entiende. Tomar conciencia de que la Argentina perdió su Independencia, que el Estado se encuentra en disolución y que ya se observan las primeras señales de desintegración, es, por lo menos, una señal esperanzadora: se puede empezar a pensar cómo vamos a RECONQUISTARLA.

 
El problema es no dejarse entrampar en las falsas “opciones dialécticas” que pretende crearnos el SISTEMA DE DOMINACION, de la mano de los “banqueros” y de los cipayos argentinos. 

 
Es que, precisamente, el SISTEMA DE DOMINACIÓN necesita promover la inviabilidad de cualquier acción genuinamente nacional y Argentina. Por eso su exigencia de convertir en “enemigo público” todo lo que escape a su control y manejo para que, de esa manera, el público lo crea, lo asuma como tal, se atemorice y, en consecuencia, lo repudie. 

 
Por eso, una vez más, recomendamos cautela y prudencia. No es posible que – nuevamente- nos veamos arrastrados a un conflicto que otros nos fabrican a la medida de sus objetivos e intereses políticos y estratégicos. Finalmente, esa cautela y prudencia, también deberán ser aplicadas a la detección de los lobos vestidos de “ovejas nacionales”, siempre disponibles para pescar en el río revuelto de la inmensa confusión y oficiar de “tapaderas o de tapones gatopardistas” al servicio del SISTEMA DE DOMINACIÓN.

 
Después de tantos errores, no tenemos derecho a ser ingenuos y/o ignorantes.
 
 

Santiago Roque Alonso
Director

  

 

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